martes, 30 de enero de 2018

LA IMPORTANCIA DE LA CORTESIA Y LOS BUENOS MODALES


La importancia de la cortesía y los buenos modales



Sostienes la puerta para dejar pasar  a esa persona... y pasa a tu lado sin  una palabra de agradecimiento;  tratas de disfrutar del cine, el teatro o el ballet... y el constante timbre de los teléfonos celulares te arruina la noche; la luz del semáforo cambia a verde... y si no pisas el acelerador en menos de dos segundos, los otros choferes te tocan la bocina o te gritan improperios; vas a cenar a un restaurante y, en la mesa de enfrente, una persona ?elegantemente vestida, por cierto? usa un palillo para limpiarse los dientes en público; llevas a tus hijos pequeños al cine a ver una película infantil, y los personajes dicen puras groserías. Y todos ríen la "gracia". 



Vistos por separado, estos incidentes parecen no tener mucha importancia en el gran esquema de la vida, sobre todo en un mundo plagado por la guerra y las necesidades de tantas personas. Pero... ¿de veras son tan inofensivos? En el film Broadcast News, una comedia con William Hurt y Holly Hunter, filmada en 1987, uno de los personajes plantea esta interesante pregunta: "¿Qué sucedería si el diablo no fuera un ser horrible, que inspire terror, sino todo lo contrario: si fuera una persona atractiva y encantadora, que lo único que logra es que, poco a poco, sin darnos cuenta, bajemos nuestros estándares...? 

En estos momentos, muchas personas dicen tener la respuesta a esa pregunta. De acuerdo con una encuesta dada a conocer en la cadena de televisión CNN, el 79 por ciento de los entrevistados opinó que en la actualidad la falta de cortesía, la ausencia de modales y el comportamiento desconsiderado de muchas personas es un problema muy serio; uno que no se limita a esas personas que han borrado de su vocabulario las palabras "por favor" y "gracias", ni a aquellas que no saben qué tenedor usar en la mesa. Este abarca desde el uso y abuso del teléfono celular en sitios públicos, hasta la falta de etiqueta en Internet. 

De hecho, muchos expresan verdadera alarma ante la creciente ola de falta de modales en la sociedad actual. 

"Es una epidemia que amenaza con acabar con lo que queda de la civilización", opina Lynn Truss, la autora de Talk to the Hand, un libro que explora este tema. Y ella no está sola. P. M. Forni, el autor de Choosing Civility, una obra en la que explica "las 20 reglas del comportamiento considerado", estas faltas de cortesía y actos de rudeza "van minándonos. Poco a poco... se suman a la carga de estrés y de fatiga que todos llevamos". 

La cortesía, la consideración y el tacto han sido llamados "el aceite que lubrica la gran maquinaria social" que nos permite funcionar en relativa paz y armonía. Y con razón. Si todos simplemente actuáramos sin tomar en cuenta de qué manera nuestras acciones afectan a quienes nos rodean, el solo hecho de salir a la calle a comprar el pan podría sentirse como un acto de agresión: los más fuertes tomarían nuestro puesto en la fila del supermercado; los impacientes nos empujarían para quitarnos de su camino, el indiferente nos cerraría la puerta en la cara, y muchos quizás harían actos muy personales, y muy privados, en público. 

"Los buenos modales -decir 'por favor' y 'gracias', bajar la voz cuando interferimos con la tranquilidad o la concentración de otro, poner la basura en su lugar- demuestran un interés en el bienestar de nuestra comunidad y en la salud del planeta en el que vivimos", opina Forni. 

Por el contrario, cuando una sociedad abandona los buenos modales, el efecto acumulativo de estas agresiones aumenta el estrés y afecta el bienestar total de la persona: la salud, las relaciones y la paz mental. Incluso se ha probado que la rudeza, la vulgaridad y la falta de cortesía en el trabajo afectan la productividad. En un estudio llevado a cabo entre 800 participantes, más de la mitad admitió que después de un contratiempo debido a la vulgaridad o desconsideración de un compañero de trabajo, perdieron tiempo pensando en el incidente, y eso no es todo: un 20 por ciento admitió que dejó de esforzarse en su trabajo. 

"Los empleados descargan la frustración en la empresa", señaló Christine Pearson, profesora de la Universidad de Carolina del Norte, en los Estados Unidos, que llevó a cabo esta investigación. 

¿Qué está pasando? 

De acuerdo con los analistas sociales, este "relajamiento" en los modales puede deberse a la confluencia de varios factores: 

* En muchas familias los padres trabajan o están ausentes gran parte del tiempo durante los años formativos de sus hijos. Esto deja la educación social de los pequeños en manos de personas que, muchas veces, no les inculcan los modales básicos. Muchos crecen literalmente con la televisión como niñera. 

* En un afán por hacer reír o por atraer al público más joven, muchas películas, programas y canciones van por el denominador común más bajo. Con la repetición constante, estos tienen el poder de ir acostumbrando a la persona. Prueba de ello es Roxana, la mamá de Roberto, de 7 años. Ella se pregunta: "¿Cómo puedo inculcarle buenos modales a mi hijo, si cuando lo llevo a ver el film Shrek, el personaje de la Princesa, que es la heroína de la trama, eructa en la mesa?". Si multiplicamos esto por todos los programas de radio y TV, avisos comerciales, canciones y películas que recurren a la grosería y la vulgaridad, comprendemos mejor de dónde surge el problema. 

* El culto a las celebridades es un arma de doble filo. Cuando las estrellas sirven para inspirar, la influencia que tienen en la sociedad es positiva. Pero cuando los ídolos  se comportan vulgarmente, ese comportamiento llega a convertirse en la norma. Actualmente, muchas personas abandonen esos gestos de cortesía que toman tiempo o esfuerzo, pero que, de nuevo, "lubrican la maquinaria social": contestar una llamada telefónica, enviar una nota dando las gracias por un regalo o por una invitación, dejar las cosas en el lugar donde las tomaron, apagar el teléfono celular en el cine y el restaurante, etc. 

"Esto es, en parte, culpa de Internet. Nos hemos acostumbrado a lidiar con una pantalla, no con una persona", señala Truss. "Ya ni siquiera nos disculpamos cuando actuamos mal, porque nadie es capaz de admitir que cometió un error". 

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